martes, 7 de mayo de 2013

La enfermedad oculta

Diagnosticaron párkinson a mi madre cuando yo tenía 15 años, no lo recuerdo, las cuentas las he echado ahora. No me lo contaron, y lo que recuerdo es a la gente preguntándome constantemente “¿cómo está tu madre?” y yo contestando extrañada, “bien, gracias”.

No fui consciente de que mi madre estaba enferma hasta mucho más tarde. Al principio mis hermanos mayores acompañaban a mi madre al médico, y yo no noté ningún cambio, ni le vi atiborrarse a pastillas.

Pasado el tiempo, cuando la enfermedad avanzó y finalmente yo, la pequeña, me quedé sola en casa, empecé a notar comportamientos raros en mi madre, y fui dándome cuenta de lo que pasaba. Aún así no ha sido hasta hace unos 5 o 6 años que no he comprendido perfectamente lo que es el párkinson y lo que comprende.

A mi madre le diagnosticaron párkinson a los 56, ahora tiene 75. Lleva casi 20 años viviendo con ello, pero no ha sido hasta hace 7 que yo lo he sido consciente, y la enfermedad se ha empezado a manifestar con toda su virulencia.

Las caídas, las alucinaciones, las pesadillas, el encorvamiento (que yo achacaba a la edad y la osteoporosis), el balbuceo, el baile, los bloqueos.... de repente, todos los síntomas estaban ahí, ¿por qué no los había visto hasta ahora? Probablemente porque no los quise ver, y llegó el momento en que no me quedó más remedio.

Ahora vivo en una casa llena de bichos (irreales), con un parquet agujereado, y donde puedes mantener conversaciones con Grace Kelly o Ava Gadner (posters de mi habitación). Cada puerta es un obstáculo, y cada paso estrecho un desafío. La vara de Gandalf pasea por mi casa, aunque suele quedarse olvidada en todos los rincones. Mi madre ya no puede bajar sola a la calle, pero en casa aún es bastante autónoma, aunque hay que vigilar porque le gusta besar el suelo más que al Papa.

Ahora el párkinson ha tomado una presencia constante en mi vida, ahora avanza rápido, aunque la depresión no ha llegado (y si lo ha hecho mi madre se merece más óscars que Meryl Streep), su cara sigue reflejando su estado de ánimo, y por eso me encanta hacerle cosquillas para verle reír.

Durante muchos años el párkinson de mi madre fue una enfermedad oculta para mí. Ya no lo volverá a ser. Día Mundial del Parkinson.